Entre las rocas que tal cruces a mis espaldas caminan, sentada me encuentro, y recojo en el corazón las razones del cerrojo interino de mi pasion esclava al sufrimiento, una adiccion dramatica e inconsiente y vitalmente consiente en mi comportamiento.
Fruto de mis amores pasados, esperanzas de amores que vendran, cruces de errores inolvidables impregnados en la visión presente y futura, sujeto unicamente por el hilo de una sonrisa frezca capaz de abrir los cielos de la adversidad y volcar sobre mi toda su genial belleza por muy momentanea que sea.
Mis ojos negros pequeños y encogidos por las lagrimas, tan brillantes con su peculiar encanto, implicitando un sueño, sellando ese corazón en él habitante junto con su fino mar de esperanza y melancolia, un taciturno debate entre belleza y temor, un puente extremista de un solo paso.
Impaciencia llamábase entonces el desorden de las ideas de la mente que por falta de espacio en el tiempo y en la razon fallecieron en el olvido, fue como no sirvieron de punto de proyección hacia el lado correcto, y sólo fueron distracciones para el camino de tiempo corto y cronometrado.
Para llegar a la plenitud de todas las cosas hay primero una, la que se llama amor, suena extraña porque dentro del pensamiento su aplicación sólo promueve el recuerdo una persona idealizada, sin defectos, una imagen completamente equívoca, amor es primero el camino, y por último el efecto, solo amando el momento se vive un momento de amor, solo amando un lágrima seremos capaz de redimir el dolor, solo amandonos primeros somo partícipes plenos de otro amor.
Asi es, un momento de amor, una lección fruto del dolor, un momento de silencio en el interior arrojada a la cima de mis más efímeros poderes curativos, que no es mas que caer en la cuenta que entre la vida y la muerte sólo hay un paso, que todos somos víctimas de nuestros miedos, que provocan tantos errores. Es sólo n momento de escuñalida lucidez en el que se divisa vagamente un motivo para avanzar.
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